Teresa Garnatje: “Algunas plantas son tóxicas a ciertas dosis o por acumulación del principio activo”
La Doctora en Ciencias Biológicas y miembro del Institut Botànic de Barcelona (CSIC-Ajuntament de Barcelona) señala qué plantas tóxicas podemos confundir con otras que no lo son en la Cerdanya y también explica la situación de algunas especies invasoras y de qué manera puede evitarse la pérdida de más biodiversidad de ahora en adelante
El acónito (Aconitum napellus) es la planta más tóxica de Europa. Sabiendo este dato, probablemente a nadie se le ocurriría ingerirla porque puede llegar a provocar la muerte. El problema es que, cuando está poco desarrollada y no le han crecido ni las hojas ni las flores, «puede confundirse con el coscollo (Molopospermum peloponnesiacum), una planta de la familia de las apiáceas que se come en la ensalada», explica la Doctora en Ciencias Biológicas y miembro del Institut Botànic de Barcelona (CSIC-Ajuntament de Barcelona), Teresa Garnatje.
De hecho, el pasado 16 de junio un excursionista sufrió una intoxicación en Núria tras haber ingreido acónito. Cuando los especialistas de rescates del GRAE llegaron a la zona vieron que tenía dificultados para moverse, poco pulso y también un color azulado en la piel de piernas y brazos. Posteriormente, fue evacuado en el Valle de Hebrón, donde lo ingresaron en estado grave.
El acónito (Imagen: Jordi Play)
Pero Garnatje señala que, aparte del acónito, también hay otras plantas tóxicas, como el vedegambre (Veratrum album), que son peligrosas porque se asemejan a otras que no lo son. «Cuando no ha florecido podría confundirse con la genciana (Gentiana lutea), porque mientras que la genciana hace flores amarillas que nacen a los sobacos de las hojas, el veladre hace una inflorescencia larga de color blanco amarillento».
La lista de especies parecidas es extensa. Otros ejemplos son el del yezgo (Sambucus ebulus), que es tóxico, y el saúco negro (Sambucus nigra). «El yezgo hace una inflorescencia amarilla como la del saúco y hace también unos frutos parecidos, pero es una planta herbácea, por lo cual no es leñosa». Y mientras que éste no se tiene que comer, «el saúco es una de las plantas más utilizadas en medina tradicional para tratar constipados, problemas digestivos o para hacer esencias».
Elevada concentració d’alcaloides
La característica que tienen en común estas plantas tóxicas es que contienen alcaloides, «unas sustancias que pueden ser perjudiciales». De todas maneras, la investigadora comenta que «hay muchas especies que pueden ser tóxicas a ciertas dosis o bien por acumulación de un principio activo«. Por este motivo, «en el conocimiento tradicional se dice que se tienen que hacer novenas, que, a pesar de que parece una cosa muy mágica, significa ingerirlas nueve días, plegar, descansar y volver». Hoy en día se sabe que no hace falta que sean «ni nueve ni diez días», pero «es una guía para que la acción acumulativa de un tóxico no pase por encima del posible efecto terapéutico».
Por otro lado, en función de la planta, los alcaloides se concentrarán en unos órganos o en otros. «Si habláramos de cannabis y quisiéramos usar su THC, tendríamos que buscar en la inflorescencia, porque son los tricomas los que producen esta sustancia. Quizás en las hojas también hay, pero poca cantidad», apunta Garnatje.
El desconocimiento humano y las especies invasoras
La «desconnexió amb la natura», assenyala científica de l’Institut Botànic de Barcelona, no només té conseqüències en la salut dels éssers humans, sinó també en la dels ecosistemes. «Moltes espècies invasores arriben perquè són plantes ornamentals. Jo he vist al Cap de Creus que reguen amb aigua dolça, que no en tenim, la gazània (Gazania rigens), que és una invasora. No anem per bon camí així».
En el cas de la Cerdanya, una planta que es pot veure cada cop a més espais és el seneci del Cap (Senecio inaequidens), originària de Sud-àfrica. «Desgraciadament està a tot arreu. Aquí al Ripollès, d’on soc jo, han fet una tala rasa a un bosc de pins i ara només es pot veure aquesta espècie. Té una capacitat invasora enorme. Entre el canvi climàtic, els canvis d’usos del sòl, la globalització i els desplaçaments de les persones amunt i avall, cada vegada en tindrem més».
La «desconexión con la naturaleza», señala la científica del Instituto Botánico de Barcelona, no solo tiene consecuencias en la salud de los seres humanos, sino también en la de los ecosistemas. «Muchas especies invasoras llegan porque son plantas ornamentales. Yo he visto en el Cap de Creus que riegan con agua dulce, que no tenemos, la gazania (Gazania rigens), que es una invasora. No vamos por buen camino así».
En el caso de la Cerdanya, una planta que se puede ver cada vez más en espacios es el senecio del Cabo (Senecio inaequidens), originaria de Sudáfrica. «Desgraciadamente está en todas partes. Aquí en el Ripollès, de donde soy yo, han hecho una tala rasa en un bosque de pinos y ahora solo se puede ver esta especie. Tiene una capacidad invasora enorme. Entre el cambio climático, los cambios de usos del suelo, la globalización y los desplazamientos de las personas arriba y abajo, cada vez tendremos más».
El senecio del Cabo en la solana de la Cerdanya (Imagen: Diaridelaneu)
Ante un panorama mundial que ha cambiado tanto en pocas décadas, la bióloga opina que la solución del problema de las plantas invasoras que se han extendido por tantas zonas no pasa por intentar eliminarlas. «Ahora diré una cosa que seguramente está mal vista. Destinar mucho dinero a erradicar plantes invasoras no es la solución. Se han destinado millones de euros y vuelven a aparecer porque si hay una fuente de entrada, es imposible eliminarlas. Se han hecho pruebas químicas y quizás funcionaría en una zona concreta muy pequeña, pero en general, no».
Conservación adecuada al presente
Garnatje considera que el que s’ha d’intentar actualment és «no fer disbarats per a no oferir més possibilitats a aquestes espècies». Segons la investigadora, hauria d’existir una «política de la conservació de la biodiversitat adequada al moment en què estem. Els polítics no saben ni volen saber de la biodiversitat, però utilitzen aquesta paraula cada vegada que poden. A més, no escolten a les persones que estan capacitades per plantejar usos responsables dels espais naturals».
Com també passa al Ripollès, comarca d’on és la Doctora, a la Cerdanya moltes persones viuen del turisme, i, de vegades, costa compaginar-ho amb la protecció de l’entorn. Però hi ha maneres de fer-los anar de la mà. «S’ha d’intentar buscar un equilibri entre conservació i poders econòmics, que sovint són cecs a les plantes. Es pot anar pel bon camí, només cal passar la frontera i veurem que el sud de França està millor conservat i no s’estan construint tantes cases. La qüestió urbanística és un gran problema a Catalunya», conclou Garnatje.
Garnatje considera que lo que se debe intentar actualmente es «no hacer disparates para no ofrecer más posibilidades a estas especies». Según la investigadora, tendría que existir una «política de la conservación de la biodiversidad adecuada al momento en que estamos. Los políticos no saben ni quieren saber de la biodiversidad, pero utilizan esta palabra cada vez que pueden. Además, no escuchan a las personas que están capacitadas para plantear usos responsables de los espacios naturales».
Como también pasa en el Ripollès, comarca de la Doctora, en la Cerdanya muchas personas viven del turismo, y, a veces, cuesta compaginarlo con la protección del entorno. Pero hay maneras de hacerlos ir de la mano. «Se tiene que intentar buscar un equilibrio entre conservación y poderes económicos, que a menudo son ciegos respecto a las plantas. Se puede ir por el buen camino, solo hay que pasar la frontera y veremos que el sur de Francia está mejor conservado y no se están construyendo tantas casas. La cuestión urbanística es un gran problema en Catalunya», concluye Garnatje.