Home » Marc González: «No solamente tienes que sufrir la muerte del animal, también el duelo del propietario»

Marc González: «No solamente tienes que sufrir la muerte del animal, también el duelo del propietario»

0
El veterinari Marc González amb una de les seves pacients, la Queta (Fotografia: Elena Pardo)

El veterinari Marc González amb una de les seves pacients, la Queta (Fotografia: Elena Pardo)

El veterinario de la clínica Manescalia de Bellver de Cerdanya explica, entre otras cosas, qué importancia tiene la presencia de profesionales en la seguridad alimentaria, por qué el precio de una visita puede considerarse elevado y cómo es trabajar con la muerte bien de cerca

La veterinaria es una profesión con varias salidas, algunas de ellas poco conocidas. La primera opción que normalmente nos puede venir a la cabeza es la de atender a los animales en una clínica. «En la carrera, de hecho, se toca menos este ámbito de lo que la gente se espera. Lo que sí que hay son muchas asignaturas relacionadas con la higiene y seguridad alimentaria y con la producción animal», explica el veterinario de la Clínica Manescalia de Bellver de Cerdanya, Marc González.

Y es que la cadena alimentaria, desde que un animal nace hasta que se expone la carne o el pescado en la tienda, está supervisada por veterinarios. «A los mataderos el trabajo que tenemos es asegurarnos que los animales llegan en un buen estado al matadero, que toda la documentación sea correcta y mirar que el sacrificio se realice correctamente, que no haya ningún problema con la técnica». De este modo, se aseguran que el animal esté bien aturdido en la hora de sacrificarlos. «Después se toman muestras y se miran los canales —cuerpo de un animal desangrado sin vísceras destinado a la alimentación humana— para analizar si hay cualquier problema que pueda alterar la calidad de la carne».

Pero ejercer de veterinario en un matadero es un trabajo «polémico». González señala que «casi nadie empieza la carrera queriendo dedicarse a esto porque tienes una idea inicial de querer curar animales, pero en el fondo la función del veterinario es proteger la salud humana». Además, es un trabajo que está mejor remunerado que el de clínica. «A medida que avanzas de curso en la universidad, voces que hay personas que se desdicen de la idea de trabajar en una clínica por la dificultad que tiene, las condiciones y la presión que hay. Por otro lado, te informes sobre las otras salidas como las del  ámbito de seguridad alimentaria, de trabajador público, y voces que se cobra mucho mejor».

Otro de los beneficios, aparte de un mejor salario que en clínica (donde el convenio de veterinaria lo establece en 1300 euros en el mes), es el horario laboral, puesto que a los veterinarios clínicos a menudo les toca trabajar en fines de semana o por las noches. «Si la clínica es pequeña, normalmente se hace jornada partida. Si ya son más grandes, sí que podría hacerse un horario intensivo. Y si vas a un hospital, el horario también es intensivo, pero puede ser que te toque trabajar un día más de ocho horas seguidas y tienes que tener en cuenta que puede tocarte hacer guardias nocturnas». Por eso, el veterinario reconoce que a causa de las horas que tienen que dedicar a la profesión «la conciliación familiar cuesta un poco».

Ser veterinario en la Cerdanya

González destaca que hay dos grandes diferencias entre ejercer de veterinario en una comarca rural como la Cerdaña y hacerlo en una ciudad. «El primero que te sorprende es el perfil de público tan diferente que te encuentras: hay la gente que vive aquí todo el año; los ganaderos y los cazadores, que pueden tener otro punto de vista sobre cómo es tener los animales; y un tercer tipo de personas que son las que vienen aquí a las segundas residencias o veranear. Normalmente te  das cuenta que vienen con otro talante y que tienen una capacidad económica más elevada».

Relacionado con los tipos de animales, el veterinario de Bellver de Cerdanya explica que la fauna que pueden llegar a atender es muy diversa porque no hay clínicas de exóticos por los alrededores. «Suelen venir a visitarse perros y gatos,  pero algunas veces también conejos, conejitos de indias, hurones, aves, tortugas o pogonas«. Y, en un territorio pirenaico, tampoco falta la atención a caballos, vacas, ovejas y gallinas.

La clínica Manescalia ha sido el primer lugar en acoger a González una vez se graduó en la Universitat Autònoma de Barcelona en 2020. Él considera que está «muy contento» de haber tenido este primer contacto con una clínica porque le ha permitido ver todo tipo de especies y valorar con qué se siente más «cómodo».

Temporada de caza

A finales de marzo acabó la temporada de caza del cerdo jabalí en Cataluña, una actividad que implica un incremento del trabajo a los veterinarios. «Es una temporada intensa porque tienes urgencias algún día entre semana y sobre todo los fines de semana. Hay trabajo, pero es muy irregular, es decir, puede haber un día que intentes no llenarlo de visitas para tener margen por si viene un perro de cazador y que no venga ninguno, o que otro día te vengan seis o siete».

Los perros llegan a la clínica principalmente con heridas ocasionadas por los mordiscos de los cerdos jabalíes. «Si van a cazarlo, es lógico que se defienda y los muerda. Son animales bastantes gordos y con colmillos imponentes, por eso pueden llegar a causarlos daños graves». González explica que normalmente las heridas son en extremidades, abdomen o tórax y se tienen que suturar y vigilar que no se infecten. «Pero hay veces que llegan a ser mortales. Nos pueden venir con un neumotórax, un pulmón perforado, o con perforaciones abdominales. Entonces, según los órganos internos que hayan quedado tocados, pueden requerir tratamientos más intensivos».

Trabajar con la muerte bien de cerca

Uno de los trabajos de la profesión del veterinario es decidir cuando es el momento de poner fin en la vida de un animal. «No solo tienes que sufrir la muerte del animal, también el luto del propietario. Si decidimos eutanasiar el animal es porque consideramos que es el mejor por él, pero esto no saca que siempre sea un momento difícil. Además, a la carrera no se nos prepara psicológicamente para afrontar estas situaciones».

González dice que puede pasar «tener que realizar una eutanasia y que justo después tengas una visita de un cachorro con unos propietarios muy ilusionados». En estas circunstancias, el profesional dice que tienes que ser capaz de sacar una «sonrisa» como sea porque «sería extraño empezar la visita con una cara triste».

De todas maneras, trabajar con la muerte de bien cerca pasa factura a muchos veterinarios. El Diario Veterinario sacó el año pasado un artículo que decía que «el riesgo de suicidio en veterinarios es cuatro veces superior a la media de la población». Si a esta circunstancia se le suma que «hay bastante presión por parte de los propietarios, la poca conciliación familiar y los sueldos bajos», González explica que no es infrecuente que los veterinarios acaben «quemados».

Gastos veterinarios

Uno de los comentarios más frecuentes que puede llegarse a escuchar por parte de los propietarios de animales es que visitar el veterinario normalmente cuesta bastante dinero. «Es un tema difícil de explicar a los propietarios. Para empezar, es caro porque tienes que pagar un 21% de IVA. También necesitas bastante instalación, quieras o no, cualquier clínica ya tiene uno una sala de consulta, un quirófano y una zona de hospitalización».

El material también tiene un precio considerable, según detalla González. «Puedes pensar que se tarda un momento a hacer una ecografía y no tendría que ser cara, pero un ecógrafo, por simple que sea, ya vale algunos miles de euros y se tiene que amortizar».

El veterinario considera que, en España, como la sanidad es pública, no se conoce cuánto cuesta un análisis de sangre o una hospitalización. «Si alguien visita un hospital privado sin ser de jefa mutua, verá que una cirugía de fémur puede costar más de 4000 euros». González explica que desde el sector veterinario se intenta «abaratar los precios el máximo posible» y que por eso «una operación especializada normalmente sale más barata que en medicina privada humana».

Pero, aunque estos datos se expliquen al cliente, el profesional sanitario reconoce que «el momento de comunicar el precio siempre es incómodo» porque a veces se quiere lo mejor por el animal, pero la persona no puede asumir el gasto. Ante esta situación, recuerda que «tener un animal no es un derecho, sino un privilegio». Por otro lado, es consciente que «hay casos en que entiendes que no pueda pagar un tratamiento, por ejemplo, si se tiene que visitar durante varios meses en un centro especializado por una enfermedad crónica», pero hay situaciones que considera injustificables. «Nos ha pasado que nos llevan un perro de tres meses al cual se le tiene que poner la segunda o tercera vacuna y cuando le decimos al propietario que también hay que ponerle el microchip nos dice que le queremos sacar el dinero o que no lo puede pagar».

Reconocimiento profesional

Durante la pandemia quedó reflejado que los veterinarios «no están tan bien reconocidos en según qué ámbitos». González explica que los políticos no les consultaron en ningún momento a un veterinario por saber cómo actuar ante la propagación de la COVID-19, «cuando si alguien tiene la formación para controlar epidemias o pandemias somos los veterinarios, y más cuando se trata de enfermedades de origen animal». El ejemplo que pone el profesional es el de unos cerdos que emmalelteixen en una área concreta. «El primero que haces como veterinario ante esta situación es proponer una serie de medidas porque la enfermedad no se extienda a las granjas del alrededor. Los conceptos de cuarentena y bioseguridad, ponerse un EPI, mascarilla y guantes, tests de antígeno o PCR, o cambiarse la ropa cuando llegabas a casa, nosotros lo tenemos interiorizado desde la universidad».

Cómo sucede a otros trabajos, el veterinario explica que el hecho de ser joven lo ha conducido algún golpe a que lo infravaloren como profesional. «Es completamente normal en función de lo que le pasa al animal que quieran que los atienda la persona con más experiencia de la clínica. El que no es tan normal, aunque por suerte es poco habitual, es que te digan niño con un tono de superioridad o que al verte entrar a la consulta pregunten dónde está el veterinario».

Pero como todas partes, «hay dos caras de una misma moneda» y el veterinario cree firmemente que «es una profesión muy bonita«, pero recomienda a los jóvenes que estén planteándose estudiar el grado que tengan en cuenta todos los factores, se informen bien y pidan opiniones. «Si alguien carrera veterinaria para estar con perros y gatos, no va de esto el día a día. Pero los animo a adentrarse en el sector y ver las diferentes salidas que tiene», acaba González.


No hay comentarios que mostrar.
Queremos dar voz a tu historia. Escríbenos a diarilamarmota@gmail.com i te entrevistaremos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *