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Josep Padullés: “Muchas plantas encontraron refugio en los Pirineos por su estabilidad climática”

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El ambientólogo y geólogo del CREAF, Josep Padullés

El ambientólogo y geólogo del CREAF, Josep Padullés

El ambientólogo y geólogo del CREAF explica las diversas características que hacen que la Cerdaña sea el hábitat de muchos linajes diferentes de flora, así como las amenazas que tiene que hacer frente a causa del cambio climático y la actividad humana

La Cerdaña es una amplia cuenca de origen tectónico formada por rocas tanto basálticas como metamórficas. En cambio, en la otra banda del Cadí son calcáreas. Esta diversidad de ambientes y el gradiente longitudinal tan pronunciado de la comarca hacen que sea un lugar con una gran variedad de plantas. “Es fantástica porque en un trozo pequeño puedes encontrar muchísimas especies diferentes, ya sean de bosque, asociadas a prados, de ribera o alpinas”, explica el ambientólogo y geógrafo del CREAF y profesor asociado de la UAB, Josep Padullés.

El Pirineo Oriental alberga una gran diversidad de flora alpina en comparación con el resto de zonas de Europa. Ésta fue la conclusión de uno de los estudios que Padullés ha realizado, que establecía que a pesar de que, por ejemplo, en los Alpes pueda haber más cantidad de plantas, las que hay en los Pirineos Orientales “vienen de muchos linajes diferentes”. Una calidad que, según el ambientólogo y vecino de Berga, “le da mucha riqueza en el territorio”.

El motivo de esta abundancia de familias todavía es una incógnita para los expertos, a pesar de que existen “teorías especulativas”. Una de ellas hace referencia al hecho que los Pirineos “limitan por el norte con la zona boreoalpina del centro de Europa y por el sur con las especies que vienen de África”. Por otro lado, “los Pirineos han sido mucho más estables climáticamente en los últimos 20.000 años en comparación con el centro de Europa y, por lo tanto, muchas especies han encontrado aquí un refugio”. Y es que, mientras que buena parte del continente permanecía helado, “en la zona mediterránea no llegó el hielo”.

Influencia del cambio climático en las plantas

Hay especies de flora, sin embargo, para las cuales el manto blanco característico de las montañas en invierno es un gran aliado. Por este motivo, la ausencia de precipitaciones durante los meses más fríos y las temperaturas cada vez más elevadas juegan en su contra. “Cuando las plantas están cubiertas de hielo o nieve tienen la temperatura mucho más constante, aunque parezca contradictorio”, señala el ambientólogo. Esto se explica porque, al encontrarse cubiertas, están menos expuestas al frío, al viento o a los rayos ultravioleta. “Estos fenómenos son mucho más estresantes para ellas que la nieve y el hielo en la época que tienen que estar”.

Las plantas alpinas son muy vulnerables a las variaciones del paisaje y del clima porque tienen un hábitat muy reducido. “Empieza donde se acaba el bosque y llega hasta las cumbres de las montañas”. Por lo tanto, si las temperaturas cada vez son más cálidas, es posible que el bosque avance en altitud. “Las cumbres de las montañas son como islas porque una planta alpina no se puede desplazar a través del bosque. Por ellas el bosque es como un mar. Y si cae una semilla en este mar no germinará porque no es su hábitat”.

El cambio climático también provoca consecuencias en los ritmos biológicos de las plantas. “Hace unos meses todo estaba muy seco en los Pirineos y ahora, con estas lluvias, se ha dado una floración muy repentina. Muchas especies van tarde”. Pero la tendencia mayoritaria, apunta Padullés, es que el momento en que florecen y hacen el fruto las plantas se está avanzando. “Las temperaturas veraniegas llegan más pronto y las plantas responden a estos cambios”. Una situación que no solo afecta a las especies vegetales, sino que provoca una reacción en cadena y acaba perjudicando a toda la cadena trófica, “empezando por los insectos que son polinizadores”.

Al fin y al cabo, las plantas responden al “fotociclo”, que es el ciclo de luz. Esto significa que, cuando empieza a haber más horas de luz, se activan. “También hay plantas que responden más al calor o a la ausencia de heladas, es decir, que cuando las noches dejan de helar, activan la floración”. Por este motivo, el profesor de la UAB comenta que tanto él como compañeros de profesión han observado que a las plantas se les ha reducido el periodo de floración o bien se les ha movido de lugar. “Realizamos una salida botánica en septiembre y vimos florecidas plantas que no les tocaría. Como llovió y hacía buena temperatura, florecieron otra vez. Fue como una segunda primavera para ellas”.

Impacto del ganado en la flora

Padullés menciona cuatro características que determinan las plantas que se pueden encontrar en un lugar: clima, relieve, suelo (tipo de sustrato) y el factor antrópico. “El ecosistema que había en su momento dejó de existir hace muchos años porque hay pastoreo y nunca podrá volver a ser el que era”. La importancia de no causar un impacto más grande del necesario, apunta el geólogo, radica en el hecho de que los rebaños no vayan a las zonas que están más intactas. “Esto es un tema de agricultura regenerativa, no poner más reses donde no tocan”.

Las vacas pueden llegar a afectar los ecosistemas de otro modo. “Sus excrementos concentran nitrógeno y, a la que saturas el suelo con esta sustancia, crecen plantas nitrófilas, como pueden ser las ortigas o el acónito (Aconitum napellus)”, la especie de flora más venenosa de Europa. A pesar de que el acónito ya crece en zonas alpinas, como “las vacas se comen a su competencia, hacen que crezcan en mayor cantidad”.

La ley del más fuerte aplicada a las plantas

A pesar de que la manera que tienen las plantas de comunicarse “es un tema controvertido”, Padullés afirma que “compiten entre ellas”, sean o no de la misma especie. “En un pinar donde cae un pino se abrirá un claro y allá empezarán a germinar muchos pinos pequeños. Estos árboles competirán por ser los primeros en llegar a la luz”. De todos ellos, solo uno conseguirá hacerlo y “hará sombra al resto”, que acabará muriendo. “Según mi opinión y por lo que he leído, no hay conciencia de grupo”.

El ambientólogo explica que, cuando hay movimientos de nutrientes, es porque al ejemplar adulto le beneficia. “Si no hay un interés propio, un pino no será empático con otro pino. No le cederá recursos si no le sobran”. De todas maneras, el profesor de la UAB reconoce que todavía se tiene que continuar haciendo investigación para entender cómo funcionan las plantas. “Pero a veces ni con una vida humana da para entender un sistema tan complejo como un bosque”.

 

Ahorro energético para sobrevivir

Y es que el ritmo biológico de las plantas va mucho más lento que el de los seres humanos y, para percibir cambios, puede pasar mucho de tiempo. Una circunstancia que hace complicado estudiarlas. “En el Cadí -Moixeró hay almohadillas que viven entre las fisuras de las rocas y que pueden llegar a vivir 200 años porque crecen de manera muy lenta, unos 2 centímetros en el año”.

El crecimiento a una velocidad tan baja se explica porque en las zonas alpinas hay muy pocos recursos y se tienen que aprovechar al máximo. “A veces pueden tardar entre 10 o 15 años en hacer la primera floración porque por ellas supone un desgaste energético muy grande”. Pero, a pesar de que su vida avanza a un ritmo muy lento, ellas mismas acaban formando un pequeño ecosistema. “El silene musgo (Silene acaulis) abunda en las zonas más elevadas de la Cerdaña y de ella se dice que es una especie ingeniera porque hay muchas especies que crecen en su interior gracias a que allí no sopla tanto el viento y se mantiene la temperatura más constante”, concluye Padullés.


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