Home » Arnau Rubió: «Se tendría que explicar a los visitantes cómo comportarse para no molestar a les ovejas»

Arnau Rubió: «Se tendría que explicar a los visitantes cómo comportarse para no molestar a les ovejas»

0
El pastor Arnau Rubió con sus perros en La Molina (Fotografía: Elena Pardo)

El pastor Arnau Rubió con sus perros en La Molina (Fotografía: Elena Pardo)

El pastor de las 3500 ovejas que pasan el verano en La Molina comiendo hierba fresca señala los beneficios que tiene su presencia en la estación y con qué dificultades se encuentra el oficio en la actualidad

L’estiu marca l’arribada de les ovelles a l’alta muntanya. El 20 de juny, La Molina va donar la benvinguda a un ramat de 1200 animals provinents de Crespià, situat a la comarca de Pla de l’Estany. “Van ser sis dies i 120 quilòmetres de transhumància. A la nit, tancàvem la ramada amb teles i nosaltres dormíem en tendes de campanya al costat”, assenyala l’Arnau Rubió, pastor substitut durant uns dies del Nicolau, que és el pastor que normalment porta el grup d’ovelles a l’estació d’esquí aquesta temporada.

Al cap d’uns dies d’haver-se instal·lat, diversos ramaders d’arreu de Catalunya van portar-los les seves ovelles, ja que “qui agafa la muntanya, s’ha d’encarregar de la seva gestió”. El contracte per pasturar a aquesta zona de la Cerdanya té una duració de cinc anys i, un cop passat aquest temps, “tornarà a haver-hi una subhasta per veure qui ho agafa”. Mentre duri l’estança, els pastors han de llogar un pis al peu de l’estació.

El fet de venir a “engegar” a La Molina és beneficiós per dues parts: les ovelles i els propietaris de l’estació. “Quan els animals mengen i defequen, el que fan és seguir el cicle natural de la muntanya. Als llocs on no arriben les ovelles, l’herba queda esmorteïda i vella, per la qual cosa no deixa créixer a la de sota. Amb el pas del temps, això va degenerant-se”. D’altra banda, quan el ramat pastura aquests prats, que es converteixen a l’hivern en pistes d’esquí, “retallen l’herba i s’evita que sobresurti del mantell de neu”. A més, “amb l’herba compacta la neu qualla més i no cau pendent avall”.

El verano marca la llegada de las ovejas a la alta montaña. El 20 de junio, La Molina dio la bienvenida a una manada de 1200 animales provenientes de Crespià, situado en la comarca de Pla de l’Estany. “Fueron seis días y 120 kilómetros de trashumancia. Por la noche, encerrábamos el rebaño con telas y nosotros dormíamos en tiendas de campaña al lado”, señala Arnau Rubió, pastor sustituto durante unos días de Nicolau, que es el pastor que normalmente lleva el grupo de ovejas en la estación de esquí esta temporada.

Al cabo de unos días de haberse instalado, varios ganaderos de distintos lugares de Catalunya les dejaron sus ovejas, ya que “quien coge la montaña, se tiene que encargar de su gestión”. El contrato para pacer en esta zona de la Cerdaña tiene una duración de cinco años y, una vez pasado este tiempo, “volverá a haber una subasta para ver quién lo coge”. Mientras dure el aposento, los pastores tienen que alquilar un piso al pie de la estación.

El hecho de venir a “pastar” a La Molina es beneficioso para dos partes: las ovejas y los propietarios de la estación. “Cuando los animales comen y defecan, lo que hacen es seguir el ciclo natural de la montaña. En los lugares donde no llegan las ovejas, la hierba queda débil y vieja, por lo que no deja crecer a la de debajo. Con el paso del tiempo, esto va degenerándose”. Por otro lado, cuando la manada pace estos prados, que se convierten en invierno en pistas de esquí, “recorta la hierba y se evita que sobresalga del manto de nieve”. Además, “con la hierba compacta la nieve cuaja más y no cae pendiente abajo”.

El rebaño paciendo con el fondo de la collada del Pedró (Fotografía: Arnau Rubió)


3500 ovejas en La Molina


La Molina té una capacitat màxima de 3500 ovelles perquè, com explica Rubió, en cas de no regular-se el nombre de caps que poden accedir-hi, en un mes el menjar s’acabaria. I encara que seria més senzill per al pastor que voltessin per tota la muntanya lliurement, per tal d’assegurar-se que mengen tota l’herba d’una zona, les ha de moure per sectors. “Al final les ovelles van florejant, mengen el que és bo i deixen allò que consideren més dolent”.

Per aquest motiu, s’ha de limitar diàriament l’espai pel qual poden pasturar. “Així les obligo menjar-se tota l’herba, que no és que sigui ni bona ni dolenta, sinó que seria comparable a poder escollir entre alimentar-nos de patates bullides o del nostre plat preferit”, apunta el pastor.

Durant els dies que Rubió ha de cobrir el lloc del Nicolau, romandrà a la pista Alabau. “Ahir vaig estar a dalt de tot. Les vaig anar pujant xino-xano i, quan vam arribar a la part més elevada, vaig fer la girada i les vaig aguantar allà tota la tarda”. Quan comença a caure el sol, el pastor comenta que les ovelles ja li fan veure que volen baixar per passar la nit resguardades al corral, que se situa a l’altra banda de la carretera, a cent metres de la cafeteria Els Alabaus.

La Molina tiene una capacidad máxima de 3500 ovejas porque, como explica Rubió, en caso de no regularse el número de cabezas que pueden acceder, la comida se acabaría en un mes. Y aunque sería más sencillo para el pastor que camparan por toda la montaña a sus anchas, para asegurarse de que se comen toda la hierba de una zona, las tiene que mover por sectores. “Al final las ovejas van picando, comen lo que es bueno y dejan aquello que consideran peor”.

Por este motivo, se tiene que limitar diariamente el espacio por el cual pueden pacer. “Así las obligo a comerse toda la hierba, que no es que sea ni buena ni mala, sino que sería comparable a poder escoger entre alimentarnos de patatas hervidas o de nuestro plato preferido”, apunta el pastor.

Durante los días que Rubió tiene que cubrir el lugar de Nicolau, permanecerá en la pista Alabau. “Ayer estuve arriba del todo. Las fui subiendo a un ritmo lento y, cuando llegamos a la parte más elevada, hice la vuelta y las aguanté allá toda la tarde”. Cuando empieza a caer el sol, el pastor comenta que las ovejas ya le indican que quieren bajar para pasar la noche resguardadas en el corral, que se sitúa en la otra banda de la carretera, a cien metros de la cafetería Els Alabaus.



la-molina-ramat-ovelles-2023-07-28-foto-arnau-rubio-02Les ovejas de Arnau pastando entre el telesillas Alabaus y los paravientos de la pista Huguet (Fotografía: Arnau Rubió).



“Los que trabajan son los perros”

El pastor destaca la importancia que tiene cuidar bien a los perros porque, en caso de no hacerlo, no aguantarían toda la temporada. “Si haces trabajar demasiado a un perro, al cabo de dos horas te dirá que subas tú allí arriba. No soy yo quien trabaja, los que trabajan son los perros. A los míos los envío a 500 metros y me hacen caso, aunque hay algunos que a los 100 metros ya no te escuchan”, dice Rubió.

la-molina-ovelles-corral-elena-pardo-28-07-23Les ovejas y cabras saliendo hacia los Alabaus (Fotografía: Elena Pardo).


Seguridad en la montaña

Mientras que para muchas personas La Molina es un lugar de ocio, para el pastor es su lugar de trabajo. “El pasado jueves una persona se colocó en medio del rebaño para grabar las ovejas. Actuando de esta manera, se puso en peligro a sí mismo y a los del alrededor, puesto que los animales tenían que seguir otro camino para esquivarlo”. 

Pero no solo las personas alteran la manada, los perros desatados también pueden causar conflictos. “Pinxa (la perra Mastín) es la que vigila las ovejas. Si ella ve un perro suelto que se acerca a nosotros, lo marcará. Y si lo hace, yo no la puedo reñir porque es su trabajo”. Como perra de vigilancia, Pinxa podría llegar a “atacar” a las personas si considera que ponen en riesgo a su familia lanuda.

Para evitar cualquier conflicto y que todo el mundo se lleve una buena experiencia de la montaña, Rubió considera que en las zonas de pasto de animales tendría que haber carteles que advirtieran de su presencia. “Se tendría que explicar a los visitantes cómo comportarse para no molestar a las ovejas o a los perros. Es un tema de seguridad, tanto por ellos como por nosotros. La gente que mira el rebaño desde una distancia prudencial y sin bloquearle el paso no me molesta porque a mí también me gusta ver a los animales”.

Las ovejas pastando entre los cañones de la pista del Pedró (Fotografia: Elena Pardo).



Oficio en decadencia

Con el paso de los años, Rubió señala que cada vez hay menos personas que tienen ovejas por la dedicación que implica salir con ellas a pastar. “En Cataluña cada vez se lleva más la vaca porque no tienes que estar seis horas al día con ellas. Lo único que tienes que hacer es sectorizar un campo y ellas van moviéndose y alimentándose por todo el cercado”.

Por otro lado, el pastor reconoce que el oficio es poco rentable. “A nosotros nos compran un cordero por 80 euros y un saco de pienso cuesta 20 euros”. Además, cuando Rubió no está con el rebaño en la montaña, tiene que vigilar a las ovejas heridas, curarlas y estar pendiente de los corderos. “Es un trabajo de 24 horas en el día”.

Los pastores que tienen un rebaño pequeño “buscan el comercio de proximidad para hacer valer un poco el cordero”, explica Rubió. Pero con 150 corderos, esta salida no es viable. “Tenemos que hacer que nos los compren todos, no podemos ir a la tienda cordero por cordero. Yo lo vendo a un negociante, que me dice un precio y yo me tengo que adaptar a las condiciones que me pone”, apunta el pastor de La Molina.



la-molina-alabaus-ramat-ovelles-2023-07-28-foto-arnau-rubio-01Les ovelles pasturant a prop del Clot de l’Hospital i la Creueta (Fotografia: Arnau Rubió).


 

Exportación a Marruecos

Otro obstáculo con el que se encuentran los pastores de ovejas es que ya no hay tantas personas que consuman habitualmente carne de cordero como hace unas décadas. “Aquí la gente normalmente compra ternera, cerdo o pollo. Quizás si van a un restaurante sí que piden unas costillas de cordero, pero no es un producto que la gente ponga en su cesta”, comenta Rubió.

Por eso, una alternativa es vender el producto en un país que valore el cordero. “Nos estamos yendo hacia los marroquíes. Ellos valoran mucho que los corderos estén paciendo con sus madres y no estén encerrados”. Esta satisfacción del comprador se traduce en que está “dispuesto a pagar algo más por el producto”. 

Rubió señala que en caso de que el consumidor sea un marroquí musulmán, los corderos serán sacrificados siguiendo el ritual Halal. “Estas personas no irán a un supermercado normal porque los animales no han sido abatidos según lo que indica su religión”, indica. “Considero que se preocupan más de donde viene el animal y qué ha tenido que sufrir para llegar hasta allá”, concluye el pastor.


No hay comentarios que mostrar.
Queremos dar voz a tu historia. Escríbenos a diarilamarmota@gmail.com y te entrevistaremos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *